lunes, 30 de noviembre de 2009

Conejitocisne, shopaholic

Bueno, no. No soy adicto a las compras. No compro por comprar, ni me da mucho placer salir de shopping o adquiero algo para llenar mis vacios sentimentales. Pero (aquí viene el pero), cuando compro algo me da por comprar mucho/ en grandes cantidades/ cosas iguales.

Por razones que desconozco, tengo una tendencia muy extraña a que cuando algo me gusta lo adquiero en serie, como para que no se acabe. Eso explica por qué tengo camisas/playeras idénticas, pero varían los colores (o a veces, ni eso), todas mis corbatas tienen rayitas o el shampoo, jabón, crema y demás huelen muy parecido o son de la misma línea.

Alguna vez leí que las personas con tendencia a la demencia suelen hacer eso, porque la cantidad de cosas en su cerebro desquiciado prefieren obsesionarse con otras cosas que con la manera en la que se van a vestir o porque les da ansiedad pensar cómo lograr nuevas combinaciones o porque sus rasgos obsesivos compulsivos así lo determinan, pero prefiero pensar que en mi caso tiene poco que ver y no es que esté loco, más bien que tiene que ver con que soy precavido y prefiero ahorrarme muchos viajes a las tiendas.

Total, que para no hacer el cuento largo, la semana pasada fui de viaje a Estados Unidos y me tocó el famoso Black Friday y había una cantidad obscena de ofertas, así que compré cosas en cantidades igualmente obscenas. Y es que, ya pensándolo bien, quizá si haya sido una exageración adquirir cuatro trajes, como 20 productos de cuidado personal (entiéndase joterías para la cara, cuerpo y cabello), 13 libros, un montón de camisas y hasta una cámara fotográfica, pero es que hay situaciones en las que uno no puede resistir.

Creo.

En fin, bye a mis finanzas saludables, bienvenida una vez más, deuda.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Canto

Yo hubiera querido cantar bonito.

En esta vida no se puede todo, me queda clarísimo. Yo puedo ser muchas cosas buenas y tener una cantidad grande de virtudes (como la modestia, por ejemplo) pero hay una cosa que no soy y que me duele en el alma: no canto como los ángeles.

De todas las bellas artes, la que más se me negó fue la música, y especialmente el canto. Quien me haya oído cantar sabrá que en realidad un gato atropellado puede tener más armonía que mi voz entonando.

Curiosamente, y quizás como ironía, tengo un excelente sentido del oído. Tengo capacidad para escuchar sonidos muy bajos, entender conversaciones lejanas, e incluso, distinguir armonías musicales sin mucho esfuerzo, aunque carezco de toda capacidad para replicarlas.

Ahora, la posibilidad de que alguien me oiga cantar no es mucha, y no es porque me de pena aullar, porque no me la da, en realidad. Más bien tiene que ver con que sólo canto cuando estoy feliz. Si alguien, alguna vez, me oye canturrear, tararear, silbar o aullar a pleno pulmón, puede pedirme lo que quiera en ese momento y cumpliré, porque seguro estoy de excelente humor.

No sé por qué, relaciono mucho la música con la manera en la que me siento, y usualmente incluso relaciono episodios de mi vida con ciertas canciones. No es como si hubiera canciones para cuando estoy triste o enojado o contento o enamorado, es más bien que la canción me transporta a un momento y una situación exacta, escucho ciertas canciones y puedo evocar con presición un recuerdo.

Y todo esto viene porque el día de hoy, la persona que se sienta a mi lado en la redacción me volteó a ver raro, y en ese momento me dí cuenta que estaba cantando. Me dio mucha pena, pero también me asombró ver que estaba feliz, y mi subconsciente me traicionó.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Quiero un perrito...

... Para ponerle de nombre "Satanás".

Y es que la verdad, con ese bonito apelativo, puedo garantizar momentos increíbles de diversión.

Se me ocurre por ejemplo, que en alguna ocasión que te pregunten por qué traes cara de desvelado, poder contestar "No dormí bien porque Satanás hizo mucho ruido anoche" ha de estar bien chispa.

O que tal llegar tarde y tener como excusa "Es que tuve que sacar a pasear a Satanás". Y si de pretextos vamos, también amaría poder usar "No traje regalo/el proyecto/corbata porque se lo comió Satanás".

También, por qué no, ir a la iglesia, y cuando el perro intente entrar al sagrado recinto, gritar "Retrocede, Satanás". O decirle a las viejitas que van a misa "Viera usted que bien portado es Satánas, ya casi no ha mordido a nadie".

Y bueno, ir al super y decir en voz alta para que te oiga quien vaya pasando "Satanás no come mas que pedazos de carne/huesos", debe ser la onda.

O si ves que el perrito y tu mamá están jugando, y de casualidad el can la babea, poderle decir a la progenitora: "Ya no te quiero porque Satanás te lamió".

Y bueno, es bien sabido que los perros están con nosotros en las buenas y en las malas, así que al terminar una relación, la mejor frase ardida para decirle al ex es: "Quiero más a Satanás que a tí".

Y si se pierde el doggie, que el Gran Gato del Cielo no lo quiera, siempre se pueden poner letreros que digan: "¿Has visto a Satanás?"

Si, estoy convencido que este es uno de los mejores nombres para perro en la historia. Es más, la única cosa mejor que se me ocurre que tener un perro Satanás es nombrar a tu hija Lucia Fernanda, porque así le puedes decir: Lucifer.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Odio el invierno...

1. ...Porque hace frío y me choca andar tapado. Alucino tener que ponerme suéter, chamarra, bufanda, guante y gorrito porque cuando hace demasiado frío me congelo y hasta tiemblo. Bueno, hasta las manos se me ponen azules.

2. ...Porque se me parten los labios, y de repente hasta sangre me sale (imagino que también es por el frio, pero no lo sé de cierto).

3. ...Porque no hay sol. Me choca que no haya sol. Y que la luz se acabe temprano. Alucino salir a la calle a las seis de la tarde y que ya esté oscuro.

4. ...Porque ya viene navidad, y no es que odie la navidad, pero es que todo el mundo sale de vacaciones y yo no, y tengo que seguir presentando una nota diario, lo cual significa que tengo que esforzarme al máximo y sacar la información de donde sea, lo cual aumenta el nivel de estrés considerable que produce mi chamba.

5. ...Porque hay que comprar regalos (y recibirlos). Me revienta tener que comprar regalos para gente que me choca. Y odio con toda mi alma que gente que no me aguanta me regale algo, porque entonces acabo con una colección de porquerías.

6. ...Porque las últimas fiestas, al menos de los últimos tres años, que salía con alguien, ninguno se tomó la molestia de felicitarme esos días.

Definitivamente, odio la temporada por venir. Lo único bueno que veo proximamente es que darán el aguinaldo.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Conejito vomitón

Voy a hacer una confesión. Soy un vomitón.

Bueno, quizás no es noticia, la mayor parte de la gente que me conoce sabe que mi reflejo de antiperistaltismo es extremadamente activo, porque en más de una ocasión me han visto a punto de guacarear.

Usualmente, si me enojo, me dan ganas de vomitar, si me estreso, me dan ganas de vomitar, si me mareo, me dan ganas de vomitar, si hago muchos abdominales, me dan ganas de vomitar, si como demasiado, me dan ganas de vomitar.

Vaya, no puedo ni siquiera lavarme las muelas traseras o la lengua sin estar a punto de "cantar Oaxaca".

Es más, me pasa hasta caminando por la calle. Resulta ser que mi sentido del olfato es malísimo, algo realmente tiene que oler mucho muy fuerte para que yo lo perciba. No oler puede ser una ventaja en muchos sentidos, te evitas muchos malos ratos. Lo único malo es que cuando algo es lo suficientemente poderoso para que yo lo huela, puede ser causante suficiente para que me el olor me dé nauseas, y en consecuencia, quiera vomitar.

En realidad, no estoy muy seguro de por qué sea que mi "glándula vomitona" sea tan activa, pero es una característica que, por mil cosas, no es agradable. E incluso, puede ser sumamente molesto en algunas situaciones.

Total, con el paso del tiempo he ido aprendiendo técnicas para controlar las ganas, que van desde echar la cabeza para atrás hasta sacar la lengua como perro o comer sal.

Pero, y aún intentando controlarme, de repente, me gana.

Este asqueroso tema, y toda la explicación anterior, no vienen gratis, salieron a colación porque el jueves pasado no postee precisamente porque estaba a punto de devolver el alma.

La historia fue así: el miércoles salí de viaje, por el trabajo, a Querétaro y me comí unas enchiladas queretanas, porque dije "mi mismo, en Roma, come lo que los romanos", y me las zampé. Pues craso error, que me hicieron tal daño que parecía yo la niña del exorcista.

Esa no es la peor parte, lo más más más feo, fue que lo anterior sucedió durante un coctail de presentación en la que estaban todos los asistentes al congreso que estaba cubriendo.

No, no vomité a todo el mundo (mi patetismo aún no llega a esos límites), tuve que salir corriendo al baño y, mientras mil cosas importantes pasaban, yo regresaba toda la comida que había ingerido desde la última vez que vomité (que seguro fue una semana antes).

Ya pues, pasó lo que tenía que pasar, me lavé la cara, los dientes, me arreglé lo mejor que pude y disimulé... hasta la mañana siguiente (el jueves, pues), que llegó el desayuno y yo casi barfeo otra vez. Todo el día tuve nauseas, todo el mugre día, así que no comí mucho y corrí todo el día para mandar información.

Pero el resultado, of course, fue que no tenía cabeza para escribir nada en este blogcito, así que espero el Gran Gato del Cielo perdone la falta cometida, porque había dicho que ya iba a ser de cajón escribir y nada.

Sea, pues.