Mi vida es un circo de tres pistas. De esos grandes que tienen tres espectáculos al mismo tiempo.
acto I. El equilibrista.
Balanceo el presupuesto, cuidadosamente.
Lo calculo una y otra vez, pero no es suficiente.
Vuelvo a sacar cuentas. En el fondo, suenan los tambores para hacer más emocionante el show; no, no son tambores, nomás el teléfono: urge la cotización.
Hago combinatorias y multiplico: si me alcanza no cabemos todos, si cabemos no me alcanza. Acomodo, desacomodo. No soy prestidigitador, no puedo aparecer dinero.
El público vitorea y grita: ¡ole! cuando ven cómo estoy a punto de caer.
Equilibrio, balance, vaivén. Paciencia.
acto II. El payaso.
Suena el teléfono, son las 7:50am y tengo más de una hora aún para que empiece la clase.
-Dani, ¿dónde estás? La reunión acabó temprano así que yo aplicaré el exámen.
-En mi casa.
-Ay, ¿cuánto tiempo tardas en llegar?
-Veinte minutos, ¿por?
-Está bien, te espero en mi cubículo pero ya no te tardes.
Me baño. Termino a las 8:10; otra vez el teléfono.
-Dani, ¿no has llegado? ¿sigues en tu casa?
-Si, todavía.
-Pero si ya son 9:10. Si llegas en veinte minutos vas a llegar a las 9:30 y tú tienes los examenes. Vamos a empezar tarde.
-Si, yo los tengo. Pero apenas son 8:10. Todavía es temprano.
-Ah, ¿en serio? ¿pues qué hora es?
-8:10
-Ah, perdón Dani. Nos vemos ahorita.
Pastelazo en la cara.
acto III. El lanzador de cuchillos.
Nueve personas formamos un círculo. Cada uno de espaldas a una pared de cristal donde los cuchillos se incrustarán cuando sean aventados.
Si el cuchillo te pega, estás fuera. Si la pared se quiebra, estamos fuera.
El lanzador, ¿dónde está el lanzador?
No entiendo, no encuentro el objetivo.
Tengo un cuchillo en la mano. ¿Soy yo?
Yo estoy pegado a la pared; me los van a aventar a mí.
No soy el único con un arma en la mano.
Somos cinco.
Cuatro están indefensos.
Dos son mi responsabilidad, pero ahora no puedo hacer nada para protegerlos: deben aguantar hasta que acabe. A otros dos no se les ofreció nunca un arma.
Dos no aventarán nada nunca.
Somos tres armados.
Puedo pasar al frente y romper el círculo. No me quiero apresurar; quizá el número sólo consiste en tener paciencia y nadie saldrá lastimado. Pero si yo hago que termine, puedo controlar los daños lo más posible.
La pared tiene que caer, tarde o temprano.